Se cumple un año
del intento de golpe de estado en Turquía. Desde ese entonces, La persecución
no fue desatada solo contra los militares golpistas o los seguidores del
clérigo Fetullah Gülen, señalado como principal responsable de la intentona. La
oleada represiva lanzada por el gobierno de Recep Tayyip Erdogan ha dejado
decenas de miles de detenidos, desde alcaldes hasta jueces, maestros,
profesores universitarios, periodistas y cualquier acusado por el gobierno de
“conspirar” o “apoyar al terrorismo”.
El país vive en
estado de emergencia. Se han cerrado escuelas y universidades, se han
intervenido alcaldías y clausurado varios medios de comunicación. También se
suspendieron las actividades de numerosas asociaciones civiles y miles de
personas fueron echadas de sus trabajos en el estado. También se intensificaron
las operaciones militares en el Bakur (Kurdistán turco).
Los
enfrentamientos con la guerrilla del PKK han dejado miles de muertos desde que
se iniciaran allá por diciembre de 2015. Ciudades como Nusaybin o Cizre, y el
barrio Sur de Amed fueron arrasadas por el ejército. Sin embargo, la guerrilla,
a pesar de haber sido diezmada en esas ciudades, sigue firme resistiendo desde
las montañas de Qandil, que controla, provocándoles cientos de bajas a los
militares y a las fuerzas de seguridad en combates recientes.
Las fuerzas del
presidente Erdogan también intervinieron directamente en el norte de Siria y
Rojava, en la operación Escudo del Éufrates, en la cual junto a varias milicias
de filiación proturca, han ocupado una vasta porción de territorio con el fin
de evitar que las fuerzas de Rojava puedan unificar los cantones de la
Administración Federal.
El gobierno turco
impulsó en abril un referéndum de reforma constitucional en el cual obtuvo la
victoria por poco más del 51%, resultado que fue cuestionado no solo por la
oposición sino por veedores internacionales. La enmienda impuso el cambio del sistema
parlamentario por uno de carácter presidencialista, y aunque desde algunos
países europeos mostraron su descontento con esta deriva autoritaria, esto no
hizo mella alguna en el gobierno, que sigue firme en su postura.
En este contexto
represivo, el partido de izquierda prokurdo HDP – Partido de la Democracia y
los Pueblos – ha sido el principal blanco de la persecución política, con
cientos de arrestados, torturados y asesinados. Su principal referente,
Selahattin Demirtas, se encuentra encarcelado desde hace meses, acusado de ser
un “terrorista” del PKK.
El kemalista CHP,
principal partido de la oposición, ha pasado de un total repliegue a comenzar a
salir a la luz organizando acciones contrarias al gobierno, como la gran
manifestación en la que participó cerca de un millón de personas, como
culminación de una larga marcha que recorrió 400 kilómetros entre Ankara y
Estambul. En esta ciudad se encuentra detenido Enis Berberoglu, diputado del
CHP, cuya detención fue uno de los detonantes de la marcha, en la que participó
gran parte de la oposición y la izquierda.
Luego de esta, como
conmemoración del primer año desde el fallido golpe – o “autogolpe – miles de
simpatizantes del presidente se dieron cita en uno de los puentes del estrecho
del Bósforo, uno de los principales escenarios de los enfrentamientos del 15 de
julio de 2016. El mismo Erdogan llegó hasta allí, prometiendo venganza y
“cortar la cabeza de los traidores”, demostrándose firme en su postura, y con
voluntad de reintroducir la pena de muerte, “si es que previamente lo aprueba
el parlamento”.
A lo largo de
este año, Erdogan se consolidó como hombre fuerte del país, acercando
posiciones con Rusia – meses después de haber derribado un avión de ese país en
la frontera siria – y neutralizando a los sectores kemalistas del ejército, de
manera de avanzar hacia la islamización del país, que no es otra cosa que
aplastar las libertades democráticas mediante una dictadura cuasi fascista con
formas “democráticas”.
Desde esa
ubicación el pretendido “Sultán” de la reconstrucción del viejo imperio
otomano, pretende perfilarse como el principal referente del mundo islámico, para
lo cual acaba de intervenir en el conflicto desatado dentro de los países del
golfo arábigo, tomando partido a favor de Qatar, que es un reducto de los
Hermanos Musulmanes, organización perseguida en Egipto y enfrentada actualmente
con la monarquía saudí.
En ese contexto,
la movilización de un millón de pernas hacia Estambul parece ser la punta del
iceberg de un nuevo proceso de resistencia, que en la medida en que se
desarrolle y radicalice llevará al proceso revolucionario que tiene lugar en
Medio Oriente hacia la segunda potencia de la OTAN. Los luchadores y luchadoras
de Turquía deben promover la unificación de las luchas obreras y populares con las
etnias oprimidas, como los kurdos y los alevíes, construyendo la Huelga General
que acabe con la dictadura e imponga una salida democrática consecuente.